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París, al igual que muchas otras ciudades del mundo, tiene un Obelisco que la identifica. Este está ubicado en la Plaza de la Concordia, y es uno de los monumentos más curiosos de la ciudad. Esto se debe a que su origen no es francés, ya que fue extraído del Antiguo Templo de Lúxor, y llevado a París para ser mostrado como un símbolo del poder imperial de Francia.
La tradición de construir obeliscos para señalizar lugares de importancia es muy antigua, data de las primeras civilizaciones que pudieron desarrollar la arquitectura, y para el inicio de la Era Moderna, ya eran muchas las ciudades del mundo que contaban con su propio obelisco.
El Antiguo Egipto, que en su momento fue el principal poder del norte de África, el Nilo y el Mediterráneo, era famoso por sus inmensos templos e impresionantes construcciones. Uno de sus edificios más notorios es el Templo de Lúxor, ubicado en la ciudad de Tebas y dedicado al dios Amón.
Frente a este templo, se alzaron por más de 3.000 años dos obeliscos, uno continúa allí, mientras que otro se encuentra en París.Este monolito terminó en la conocida Plaza de la Concordia después de que un gobernador egipcio se lo ofreciera a Jean-François Champollion, historiador y egiptólogo francés famoso por haber descifrado la escritura jeroglífica de la piedra Rosetta.
El traslado del Obelisco de Luxor desde la antigua Tebas hasta París es uno de los logros más asombrosos de la ingeniería del siglo XIX. En 1829 el virrey egipcio Mehmet Alí regaló este monumento al por entonces rey de Francia Carlos X como símbolo de amistad entre ambas naciones.
Francia hizo lo propio y Luis Felipe I en 1845 regaló un elegante reloj de cobre que nunca ha funcionado y que se encuentra decorando la arcada noroeste de la mezquita de Alabastro de la ciudadela de Saladino en El Cairo.
Transportar el Obelisco con una estructura de más de 23 metros de altura y pesando sobre las 230 toneladas constituyó todo un desafío logístico. Se construyó una embarcación que pudiera soportar el peso y las dimensiones del obelisco.
El viaje marítimo duró más de un año. Resultó tan complicada la tarea de desmontar el obelisco en Egipto como la instalación del nuevo monumento en la Plaza de la Concordia de París en 1836, bajo los acordes de un fragmento de la Flauta Mágica de Mozart.
El Obelisco de Lúxor es, en sí mismo, una peculiaridad en el horizonte parisino. Sin embargo, no solo destaca por su lejano origen, ya que su ubicación también es bastante curiosa.
Este monumento se alza en la Plaza de la Concordia, la más importante de París, no solo por ser la más céntrica, sino también por su protagonismo histórico.
La Plaza de la Concordia se construyó en honor al rey Luis XV, sin embargo, resalta por ser el lugar en donde se guillotinaba a los reyes y nobles durante la Revolución Francesa. En aquel momento, la zona era conocida como la Plaza de la Revolución, y solo después del final de la revuelta comenzó a ser llamada Plaza de la Concordia.
Para evitar futuras disputas, la administración de la ciudad decidió no construir en ella más estatuas dedicadas a la realeza francesa, y en su lugar se instaló un monumento de gran valor histórico, pero que no estuviera conectado directamente con Francia. De esta manera, llegaría el Obelisco de Lúxor a su lugar actual, el centro de la Plaza de la Concordia.
Sin duda, la historia que hay alrededor del Obelisco de Lúxor es más que interesante, y si eres fanático del Antiguo Egipto o te apasionan los monumentos antiguos, este será uno de tus imperdibles mientras estás de paso por París.
Del mismo modo, la Plaza de la Concordia marca el inicio de los Campos Elíseos, la avenida más importante de la ciudad, así que si pasas por allí, podrás dar el recorrido completo. De la plaza al Obelisco y de allí a la avenida.
Sea como sea, la oportunidad de conocer el icónico Obelisco de Lúxor es algo que no puedes dejar pasar.
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Un comentario en “Obelisco de Lúxor”
Rosa
24 de julio de 2024 a las 22:03El Obelisco llegó tras ser regalado por el gobierno egipcio a Francia en 1830, como regalo en agradecimiento por los descubrimientos hechos por el investigador francés Jean François Champolion.