Cementerio de famosos.

En el año 1822 abrió sus puertas y se convirtió en el primer cementerio público de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente ocupa cinco manzanas y media y concentra alrededor de cinco mil bóvedas cuyos diseños arquitectónicos llaman la atención de los visitantes.

Más de 70 de aquellas bóvedas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional y desde el año 1946 el Cementerio de la Recoleta en sí es considerado Museo Histórico Nacional, por los personajes ilustres que allí descansan, por su arquitectura y por sus llamativas esculturas.

La entrada principal al Cementerio es un gran pórtico de estilo griego dórico desde el cual se observa, del lado de afuera, el mensaje de los vivos a los muertos en latín que dice descansen en paz. Mientras que del lado de adentro se lee, también en latín, esperamos al Señor.

Hay muchas historias detrás de los mausoleos del Cementerio de la Recoleta. Una de las más famosas es la de Liliana Crociati, una joven que falleció durante su luna de miel en un trágico accidente.

Al momento de sepultarla, sus padres decidieron construir una bóveda igual al que solía ser su dormitorio en el que colocaron su escultura vestida de novia. A su lado, se destaca la figura del perro de Liliana que la acompaña por siempre.

Por otro lado, el Cementerio también guarda historias de fantasmas como el de la Dama de Blanco. Se trata de Luz María, hija del dramaturgo Enrique García Velloso, que murió de leucemia en 1925, a los 15 años. Una noche un joven vio llorar a una chica vestida de blanco en la calle trasera al Cementerio.

Luego de tomar un café, y que él le prestara su saco, la joven salió corriendo y gritando que era tarde. Él la siguió hasta dentro del Cementerio y se sorprendió al encontrar una bóveda con la figura de mármol de Luz María y su saco apoyado en ella.